jueves, 16 de agosto de 2007

Serie de pensamientos acerca de la "fiesta" brava

Este es uno de los temas mas apasionantes que existen, tanto el que disfruta de este tema como el que se le opone, le imprime una desmesurada pasion.

Para mi es algo supremamente extraño el entrar a una plaza de toros es como retroceder en el tiempo, es entrar al mismisimo templo de la muerte del coliseo romano, el aire que corre en los pasillos parece llevar ecos de historias echas apunte de quejidos de animal y con cierto sabor a emoglobina y arena.

Es ironico que a la entrada un policia me requise cuando por la entrada contigua pasaban hombres con espadas y demas objetos cortopunzantes.

El público que hacia su entrada a la plaza: Algunos tambaleandose y pasados a olor de manzanilla, con una *bota en la mano (*objeto en el cual el "taurino criollo" transporta licor) de la cual cuelga una correra o agarradera y de esta un pelado de entre 4 a 8 años que no tiene la menor idea de el por que su padre despues de llegar a la madrugada lo despierta horas mas tarde para decirle: "camine mijo que hoy se convierte en hombre ¡hoy vamos pa toros!..".

Entre muchos tipos de personajes asistentes al magno evento, podemos encontrar uno para el cual ir a la plaza es tan importante, que estaria indeciso en asistir al funeral de su madre o a la corrida. Es un personaje que se siente vivo al ver morir, por lo general este no suele consumir licor, ya que alcanza el extasis cuando una fanfarria desafinada toca y el matador ejecuta su crimen.

La puesta en escena: Estoy sentado en la imponente plaza con su magnifica arquitectura pensando ¿es como colonial esta construcción?, cuando una rafaga de trompeta suena, entran dos caballos a la arena con dos arlequines como jinetes, no tengo ni idea de que es lo que hacen, enseguida entran los matadores unos jovenes adolecentes....continuara

1 comentario:

Anónimo dijo...

no me gustan las corridas de toros me parecen una bobada